LOS GITANOS

Se cree que llegaron los gitanos a España hacia 1415. El origen de su marginación podría estar en sus especiales formas de vida, en su tendencia al nomadismo y en la difícil especialidad laboral por ellos encontrada. En tiempos del franquismo tenían que vivir como los que huyen de la justicia, semiescondidos porque nada más verles la guardia civil, sin apenas pedirles papeles y sin escucharles, les echaban; llegaban a otro sitio y les volvían a echar y así, sucesivamente, de un lado para el otro.
Sí es cierto que el folclore gitano encontró hace ya muchos años su punto común con el cante de la tierra, sobre todo de Andalucía, dando lugar al arte flamenco, que ha gozado de enorme popularidad y es un recurso turístico de primer orden.
También que muchos de ellos se han dedicado a la quincallería y a la compraventa de cacharrería, muebles u objetos de arte. Sólo hay que acercarse al Rastro para comprobarlo.
Y que otros se especializaron en la compraventa de caballerías, en la que llegaron a destacar por su extraordinaria habilidad como tratantes. Pero entre los años 50 y 60 del pasado siglo, su existencia dio un tremendo vuelco. En esta época se produce la entrada de la maquinaria en la agricultura y sitúa a los gitanos “fuera de juego”. No estaban preparados para la nueva realidad.
El mundo cambia. Ya no se ven apenas aquellos entrañables gitanos que tocaban la trompeta mientras una cabra bailaba encima de una escalera. Algunas gitanas venden flores. Otras ofrecen ramitos de romero y te sueltan la buenaventura. Ellos se buscan la vida como pueden y les dejan, en la búsqueda de chatarra, en la venta ambulante... La raza calé es parte importante en la capital, en nuestras costumbres, en nuestra forma de ser, en la cultura, en la memoria.
Pero es cierto que muchos siguen marginados, malviviendo en chabolas, y que algunos por desgracia han recurrido al negocio siniestro de la droga, rompiendo con todas las leyes de su pueblo y el respeto a sus mayores