EL MADRID MARGINAL
Siempre existieron chabolas y chozas. En los comienzos del siglo XX las hubo por Vallehermoso, Hernani, Elipa, Yéserías, Peñuelas, Prosperidad, tapias de la Moncloa, Bellasvistas, barrio de las Latas por la carretera de Toledo y en zonas periféricas de pueblos aún no anexionados a la capital. Pío Baroja en su novela La busca o Arturo Barea de La forja de un rebelde retratan la dramática peripecia de estas gentes.
“¡Allí estaban las chabolas!”. El grito que lanza Amador, el protagonista de Tiempo de silencio, la novela de Luis Martín-Santos, refleja el estupor de aquel madrileño, perteneciente a la clase media, que a finales de la década de los cuarenta descubre la otra realidad de la ciudad. Y es que en aquel Madrid de posguerra más de 400.000 personas vivían en deplorable estado de miseria, superando su número a la parte urbanizada.
El mayor núcleo chabolista en la historia de Madrid fue el de El Pozo del Tío Raimundo/Palomeras (en la fotografía), en Puente de Vallecas, que pasó de la mayor vergüenza urbana de Madrid a recibir elogios internacionales por la forma en la que se llevó el realojo de los vecinos y la transformación en los años 80 en un barrio digno dotado de viviendas y servicios.
La Celsa fue en sus inicios una mera extensión del Pozo del Tío Raimundo, con las chabolas junto a la valla de la fábrica de Cerámicas Celsa, que bautizó el poblado. La convivencia era entonces ejemplar, pero en la década de los 90 se convirtió en un punto de venta de droga. Se desmanteló en 1999.
El poblado de Los Focos en San Blas tenía también un tamaño descomunal y fue uno de los mayores puntos de venta de droga. Aquello era alucinante: atracos a diario, tiros, ajustes de cuentas, yonkis por todas partes. Al lado estaba El Bronx, de casas prefabricadas, con el que terminó uniéndose. Lo tiraron a mediados de los años 90 para hacer el nuevo barrio de Las Rosas.
Pero tras este desmantelamiento, parte de sus habitantes fueron realojados en casas prefabricadas en La Rosilla, que posteriormente se convirtió en punto caliente de venta de droga. Tras desaparecer en 2001 (ahora se ha creado allí la zona conocida como el Ecobulevar, del Ensanche de Vallecas), el negocio de los narcotraficantes se traslado a Las Barranquillas, que junto a La Rosilla y La Celsa tenían la particularidad de estar vertebrados en apenas tres kilómetros de la carretera de Villaverde a Vallecas.
Se decía de Las Barranquillas que era el mayor “hipermercado de la droga” de Europa, con unos 5.000 toxicómanos visitándola cada día. Hoy es ya casi historia por los proyectos urbanísticos de la zona y buena parte de su actividad se ha trasladado al enorme asentamiento de la Cañada Real, a la zona conocida como El Gallinero en las inmediaciones de Valdemingómez, también con planes de remodelación.
Y otros más, desaparecidos... o a punto de hacerlo
                       
                                                                                 
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