LOS DOMINGUEROS

Especie única, que apareció sobre todo en Madrid al final de los años 50, coincidiendo con la aparición del Seat 600, el primer automóvil utilitario de fabricación española asequible por su precio — 65.000 pesetas costaba el primer modelo— para la clase media de nuestro país, que iniciaba el despegue económico después de las calamidades de los años de posguerra.
En verano, a las primeras horas del amanecer de los domingos, haciendo ruido, en familia, con casi la casa completa a cuestas, en bañador y camisa sin abrochar ellos, y en bañador y pareo de flores ellas, se encaminaban a los sitios clásicos: la Casa de Campo, el Parque Sindical o la sierra, principalmente a la Boca del asno en Navacerrada, Cercedilla o a la Pedriza, aparcando las más de las veces casi en la cuneta y desplegando allí mismo las sillas y las mesas para dar buena cuenta de la tortilla, los pimientos fritos, los filetes empanados y la ensalada, todo ello regado con buen tintorro con gaseosa.
Algunos osados se atrevían a llegarse hasta el mar, por la zona de Alicante que era la que estaba más cerca. Había que encaminarse más temprano, casi de madrugada para llegar los primeros a la playa, plantar la sombrilla o más bien el complejo dotado de zona sombreada, comedor, esquina para la abuela y área multimedia con una radio para oír el fútbol. Además, colocar la nevera en el mejor sitio, extender las toallas para marcar territorio y untar de crema a los niños hasta que quedaran blancos.
Los 70 y los 80 fueron las épocas de máximo esplendor de los domingueros, pero siguen vigentes, no están en peligro de extinción