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39     LA VENDIMIA EN LA MANCHA

n el mes de septiembre —ahora cada vez más pronto, incluso en agosto—, cuando en los pueblos de La Mancha aún no ha amanecido, muchas mujeres preparan el "avío" para el día y los hombres echan un vistazo al tractor, el remolque, las espuertas (antes de esparto, como las seras, que tenían un mayor tamaño), cajas, cubos..., para verificar que todo se encuentra en orden. Y si sobra tiempo, se van al bar para tomar un café, una buena copa de aguardiente "para matar el gusanillo" y unas porras, mientras intercambian impresiones sobre la jornada precedente y la que aguarda

Todavía está oscuro pero ya empieza una singular procesión. Vestidos con la ropa de faena, cientos de vendimiadores esperan en las esquinas ser recogidos y las carreteras y caminos se llenan de tractores (antes eran carros o mulas con remolques), coches y ruidosas motos La gente se va preguntando si las cepas custodiadas por un cielo oscurecido que ya comienza a enseñar alguna claridad., estarán o no mojadas, algo que suele ser relativamente común y que dificulta bastante el trabajo al menos hasta la hora del almuerzo.


A la vendimia
A la vendimia

Familia Llegando a la viña
Familia llegando a la viña en tiempos de carros y mulas

Una vez llegados al tajo, siempre a tiempo de asistir a la salida del sol por encima de las viñas, el caporal, persona encargada de organizar el trabajo, da la orden de inicio, momento específico en el que la cuadrilla se organiza y se dispone a la recogida del fruto, las "uguas", asimismo es el caporal quien estima oportuno cuándo efectuar un descanso, lo que equivale a "sentadilla", "culete" o "echar un culo". Excelentes momentos para reponer fuerzas, en este caso es la hora de almorzar. Ahora son los "bocatas"; antes no podía faltar una cebolla enroscada en el dedo meñique y el cacho de pan sobre el que se cortaba con una navajilla albaceteña o de Santa Cruz de Mudela, sujetando con el dedo gordo, unas magras o tocino, sardinas de cuba ("salás") y un buen tomate. Lo hacen alrededor de una gran hoguera, una "chamá", y en cuestión de minutos retoman la faena.


Vendimiando a la salida del sol
Vendimiando a la salida del sol

Vendimia en  Criptana. 1963
Vendimia en Criptana. 1963
Vendimia en 1964
Año 1964. La familia Mellado y amigos. El del centro, arriba, soy yo

Hora del almuerzo
Hora del almuerzo

Comienza así la segunda fase de la vendimia que se ve interrumpida por otra "sentadilla", la última hasta la hora de la comida, momento crucial en el que los vendimiadores disfrutan de lo que se han traído de casa en una merendera o de un caldero comunal con unas gachas, unas migas, un ajo patatas, unas judías, un pisto, un mojete o, si alguno es cazador y ha pegado unos tiros con fortuna, unas patatas con conejo o con pichones.


Guisote de vendimia
Guisote de vendimia

Después aprovechan un pequeño tiempo para echar un "pegote" (siesta), charlar o pasear sin rumbo fijo. En cualquier caso, el momento de retomar el trabajo se presenta especialmente duro, ya que a esas horas de la tarde el calor hace su más fiel aparición y, con el estómago lleno, la apatía es generalizada. Pero no hay más remedio, y los vendimiadores van recobrando fuerzas y preparándose para la última y definitiva fase del día. Estar todo el tiempo encorvado manejando la navaja (ahora también se hace con tijera) y tirar de la espuerta es penoso, y más antes, que dejaban en las manos la huella zigzagueante y rojiza del esparto. Bien que, a estas alturas de la tarde, se piensa en la gratificante sensación de un trabajo concluido, ya que el momento más especial y deseado de toda la sesión ha llegado, la vuelta a casa en bicis, motos, coches, furgonetas o que puede ser encima del remolque en su viaje a la bodega, esta vez lleno de uvas, tumbados sobre unas lonas, gastando bromas y recordando tiempos antiguos que se hacía en carros y galeras. Algunos incluso merendando una buena cata con el mosto reciente, o ya cocido: el arrope.


Navaja, espuerta y dolor de riñones
Navaja, espuerta y dolor de riñones

Antiguas seras de esparto
Antiguas seras de esparto

Espuerta de goma
Espuerta de goma

Familia volviendo de la vendimia
Rafael Violero Amores con la familia volviendo de la viña. Año 1950

Vuelta a casa
Vuelta a casa sobre el remolque. 1970

Remolque de uvas camino de la bodega
Remolque de uvas camino de la bodega

Terminó un día de recolección, aunque aún faltan varias dosis de tesón y fuerza de voluntad, ingredientes imprescindibles para amenizar el resto de la vendimia. Desde lejos se aprecia el encanto y colorido que despiertan los viñedos, hileras perfectamente organizadas que convierten la zona en un espectacular paisaje.


Hilera interminables del viñedo
Hileras interminables del viñedo

Antes, cuando los medios de locomoción no eran tan rápidos, los vendimiadores dormían como podían en las propias viñas, acomodandose en coceros o en quinterías sobre sacas de paja o incluso al raso. Al término de cada jornada se organizaban cantes y bailes con el acompañamiento de unas guitarras, el rasque de una botella de anís o el golpeteo acompasado de una paleta contra el perol. Y no era raro que algún noviazgo resultara de los escarceos entre mozos y mozas. Los menos jóvenes pasaban el rato hasta la cena de "casquera", preparando en un lebrillo una zurra para echarse al coleto y engañando al diente con unos titos fritos.


Cante y baile después de la dura jornada
Cante y baile después de la dura jornada

Las faenas de la vendimia terminan con una invitación para comer por parte del caporal o del amo, es lo que se conoce como "reventón", y suele consistir en una típica caldereta de cordero y abundancia del excelente vino de la tierra. Tradición que ha pasado en la actualidad a celebrarse las más de las veces en bares y restaurantes.

En Criptana, la viña es el principal cultivo, antes sobre todo de uva blanca Airén y algo de tinta Cencíbel y siempre en tierra de secano. Hoy nos atrevemos además con otras variedades y se ha introducido el regadío, al principio con riego por aspersión y ahora con el gota a gota.


Viñedo de Criptana
Viñedo de Criptana

La vendimia se preparaba nada más terminar la Feria: se repasaban las lonas, seras o espuertas y se buscaba o apalabraba a la cuadrilla de vendimiadores, de la propia casa, familia, amigos o gente del pueblo, y si era necesario de fuera, de Andalucía, de Cuenca, de Murcia..., ahora reemplazados por marroquíes y rumanos.

Todos los vendimiadores comían por cuenta del amo, para lo que era necesario llevarles cada día el hato y que entre la cuadrilla hubiera alguien, generalmente una mujer, que fuera buena guisandera y que, llegada la hora, se retirara del tajo con su pareja de espuerta y prepararan la comida. Se hacía en corro, mojando todos del mismo perol o sartén.


Cuchara en mano en torno a la guisandera. 1964
Cuchara en mano en torno a la guisandera. 1964

Tradición era, antes de empezar la vendimia, ir a coger las uvas "colgaeras", los racimos más hermosos, para atarlos por el rabo con una cuerda o bramante y colgarlos en las vigas de las cámaras. Por lo menos tenían que durar hasta las Navidades.


Uvas colgaeras
Uvas "colgaeras"

El pueblo durante la vendimia cambiaba y se notaba, no como ahora que no se entera uno de nada. Por todos sitios olía a mosto, de las muchas bodegas familiares que había y de los carros, galeras o remolques que se movían de un lado a otro transportando las uvas y dejando rastro por todas las calles.

Cuando ya empezaron todos los vendimiadores a regresar al pueblo por la tarde, incluidos los de fuera, a los que se daba alojo en las propias casas de los amos, la calle de la Virgen y la Plaza se ponían de bote en bote, sobre todo de los más jóvenes, chicas y chicos, deseosos de hacer alguna compra o de “tontear” un poco entre ellos.

Con la vendimia, además de los agricultores, ganaban dinero extra mucha gente, tanto jóvenes como grandes, y se apreciaba la alegría en el gastar. Muchas compras y muchas bodas se celebraban después de la vendimia, y al olor del dinero acudían compañías de cante flamenco que actuaban en el Teatro Cervantes o circos que se instalaban en el Pozo Hondo.

Terminada la vendimia empezaba la "rebusca". Gentes de economía más bien baja repasaban las cepas para ir recogiendo los racimos o grumos que se habían dejado los vendimiadores. Se hacía entrado el mes de octubre o incluso en noviembre, por lo que las uvas recogidas estaban ya muy maduras, con grado de azúcar muy alto y producían vino de alta graduación.


La rebusca
La "rebusca"

El desarrollo de la vid en Criptana empezó a tener verdadera importancia a finales del siglo diecinueve y principios del veinte, coincidiendo con la pérdida de muchas viñas en otras zonas por la "filoxera" y con la llegada del ferrocarril, que mejoró el transporte del vino que antes se hacía y siguió haciéndose durante unos años más con unos carros especiales que se llamaban "cambriones". Tres días de ida y tres de vuelta empleaban las mulas en el viaje a Madrid. Hoy el transporte se hace con camiones.

Lo atractivo del negocio hizo que en pocos años aumentara considerablemente la superficie plantada de viñedo y que se abrieran muchas bodegas, algunas de empresarios venidos de fuera: la del Marqués de Mudela (Luego de Girona), Artiñano, Manuel Amores, Ruescas, Laurens, Mompó (luego Simó), Leal y Monserrat, Eusebio Casarrubios, José Ramón Fernández, Sehuid, Luis Penalva, Miguel Henríquez de Luna, Cazareu, Marta Laforcade (luego Sociedadd Vinícola Manchega, embrión de la Vinícola del Carmen), Domingo Esteso, Jesús y Juan José Castellanos, La Mapa, Mena (luego Cooperativa Virgen de Criptana), Benecet (elaboraba Champán en Arenales), Felipe Palmero, Millán... y muchas otras en años posteriores.

Elaboraban vinos y licores muy buenos, de prestigio, que traspasaron incluso las fronteras. Fueron los tiempos dorados de la vinicultura criptanense. Con el tiempo todas fueron declinando.


Bodega de Leal y Monserrat

El precio del vino fue y ha sido determinante para el devenir y desarrollo de tan importante actividad en el pueblo. Saltando muchos años a esta época de esplendor, nos plantamos a últimos de los cuarenta y principio de los cincuenta, cuando se produjo una subida de los precios que se mantuvo varios años. Provocó que se pusiera otra vez mucha viña nueva y que muchos agricultores se hicieran pequeñas bodegas o que ampliaran las que tenían.

Pero llegaron los precios bajos a finales de los cincuenta y el Gobierno se vio en la necesidad de prohibir nuevas plantaciones. Además, ante los elevados costes, empezaron a desaparecer las pequeñas bodegas, que siempre hicieron buen vino, en favor de las grandes y de las cooperativas. El producto dejo de ser tan bueno y el vino de La Mancha perdió la categoría que tuvo en su día y que aún lastra la comercialización de los muy buenos caldos embotellados que se hacen ahora. Se vendía casi todo a granel y sólo nos salvaba "la quema" para transformarlo en alcohol, que estaba subvencionada.

De aquellas pequeñas bodegas sólo queda la de Los Maetes, aguantando los tiempos modernos, y no sabemos hasta cuándo.


Bodega de Los Maetes
Bodega de los Hnos. Lara, Los Maetes

A finales de los ochenta se empezó a pagar por arrancar viñas y, por los noventa, con una terrible sequía que duró casi dos años, de nuevo las ayudas oficiales llegaron para sacar las viñas que estaban en mal estado y plantar variedades de uva tinta y de blanca macabeo, al tiempo que empezaron a proliferar pozos con pequeño caudal, pero suficiente para regar por goteo y sacar buenas producciones, y a emparrarse las viñas.

En 1999, con precios muy altos de uva tinta, de nuevo el Gobierno y la Unión Europea hacen una restructuración para sacar la blanca airén y poner variedades más rentables. En Criptana, la cencíbel o tempranillo, cabernet sauvignon, garnacha o syrah en tinta y chardonnay en blanca.


Uva tinta

Empieza así un cambio radical tanto en el cultivo como en las bodegas, que contratan enólogos, se modernizan, se ponen al día en las nuevas técnicas... El agricultor está un poco desorientado, pues, nuevas bajadas de precios hacen que las viñas dejen poco dinero y hunden a muchas bodegas después del tremendo gasto realizado. Además, el mercado no está preparado para recibir nuestros caldos, aunque sean de muy buena calidad y más baratos que el de otras denominaciones de origen. Nos falla la comercialización; no sabemos venderlos.

Para colmo, otra nueva restructuración permite arrancar los tintos y volver a la uva autóctona, la airén de siempre, pero emparrada, en espaldera, que da buenos resultados. Y también subvenciona más variedades de blanco como verdejo y macabeo.

Y hay en camino más restructuraciones. Toda una locura. Parece el cuento de nunca acabar. Quito, pongo. Pongo, quito...

Así es que la imagen tradicional de la vendimia está cambiando. A su adelanto por el cambio climático —con el mayor calor las uvas maduran antes— hay que añadir el mecanizado cada vez más frecuente, que obliga también a emparrar los viñedos en "espaldera" en una larga estructura de alambres, y al imprescindible riego. Se reduce mano de obra y se consigue mayores producciones.


Viña en espaldera
Viña en espaldera

Las máquinas vendimiadoras (remolcadas o automotrices) succionan las uvas sin los raspones y las echan en unos depósitos para luego verterlas en los tractores, en unos remolques especiales. A pesar de que muchas uvas se rompen y se vierte mosto, no fermenta porque se hace muy rápido y muchas veces por la noche para evitar el calor. Las máquinas se alquilan como las cosechadoras para el agosto o se compran si la plantación es lo suficiente grande como para merecer el gasto.

Una máquina de vendimiar puede realizar en un día el trabajo de un centenar de vendimiadores. El traslado inmediato a la temperatura adecuada de la uva a la bodega, ventaja que esgrimen sus defensores, se enfrenta a las voces que apuestan por la vendimia manual como garante de la suprema calidad del vino, recogiendo la uva en recipientes pequeños para que no se chafe y por la mañana temprano, precisamente para que no empiece el proceso de fermentación por el calor.


Máquina de vendimiar
Máquina de vendimiar

Viña vendimiada
Viña después de pasar la máquina de vendimiar

Desde hace unos años, en el mes de septiembre (ahora antes de la Feria), se celebra la Fiesta de la Vendimia en Criptana. Es una reivindicación de las tradiciones y raíces de esta tierra vitivinícola por excelencia y como homenaje a la manera tradicional de recogida, la de navaja, espuerta y dolor de riñones.


Fiesta de la Vendimia
Fiesta de la Vendimia en Criptana

Gavilla de sarmientos
La viña no es solo vendimiar; necesita muchos cuidados a lo largo del año, y uno de ellos, llegado el invierno, es la poda. Con los sarmientos cortados los “sarmentadores” hacían gavillas, que se ataban con un atadero o cuerda de esparto. Se cargaban en las galeras o carros y se llevaban a las casas, donde se hacían cinas para irlos usando como combustible. Hoy son desechados, salvo los que tienen en su casa una chimenea con fuego bajo. Con una gavilla se hace la mejor brasa para asar unas chuletillas de cordero
llanto de las viñas
Las cepas, después de podadas y de de invernar inactivas, allá por el mes de marzo, en cuanto aparecen los primeros rayos del sol que calientan el ambiente y la luz está presente más tiempo, vuelven a la vida. El primer síntoma es “el llanto”. Así se llama al fenómeno que se produce cuando la savia empieza a moverse, llega a donde estaban los sarmientos y se encuentra con que solo hay un corte seco, un muñón, y se vierte. Cae al suelo en un lento goteo. Desde entonces ya se empieza a pensar en la vendimia
Algunas notas de escritos de Melquiades Rodríguez Panadero en el grupo de Facebook "No eres de Criptana si" y de su discurso como pregonero de la Fiesta de la Vendimia 2016.
Y también del estudio sobre la Agricultura Tradicional en Campo de Criptana, publicado por Paco Valera Martínez-Santos en

Agricultura tradicional 2. Francisco Valera