LOS POZOS DE LA NIEVE

Ocupando el amplio solar delimitado por las calles de Mejía Lequerica, Barceló, Fuencarral y la glorieta de Bilbao, se encontraban los Pozos de la Nieve. Fueron abiertos por el catalán Pablo Charquias en 1607 y sus sucesores los mantuvieron hasta 1863. Eran cinco profundos pozos, recubiertos de piedra o ladrillo y provistos de un desagüe en el fondo, en los que se acumulaba la nieve traída en carros desde la sierra de Guadarrama. En aquella época, la nieve era indispensable por no existir, ¡naturalmente!, ni frigoríficos ni fábricas de hielo. En aquellos años, la llegada de la primavera comportaba un agradable cambio en la fisonomía de aquel paraje donde ahora vemos la glorieta de Bilbao y las primeras calles de Chamberí. A los muchos merenderos, aguaduchos y ventorrillos establecidos de fijo, se añadían los puestos ambulantes de agua de cebada, horchata, limonada y helados; eran consumidores obligados de la apreciada nieve y la cercanía del suministro resultaba fundamental. Cuando se cegaron los pozos, en el solar se abrieron las calles de Barceló, Apodaca, Churruca y Larra
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