EL CABALLERO DE GRACIA

"Caballero de Gracia me llaman y efectivamente soy así, pues sabido es que así me conoce, por mis amoríos todo Madrid". Pocos madrileños, aunque no sean amantes de la zarzuela, dejarán de reconocer este fragmento de La Gran Vía de Federico Chueca y Joaquín Valverde que hace alusión al personaje, italiano de origen, pero madrileño de adopción. Se trata de Jacobo de Grattis, conocido aquí como Caballero de Gracia. En tiempos de Felipe II vino a España como representante de la corte pontificia de Gregorio XIII. Era un hombre seductor, conquistador, se codeaba con la aristocracia y organizaba numerosas fiestas en su casa. De él se cuentan muchas historias, pero por lo que más se conoce es por su radical cambio de vida. Todo empezó cuando se encaprichó de doña Leonor Garcés, mujer bella y refinada fielmente casada con su marido. Al no conseguir conquistarla, sobornó a su doncella para que le administrara un narcótico. La noche acordada, cuando el caballero se disponía a entrar en la casa, escucho una voz reprochando su mala acción. Arrepentido, a los pocos meses abandonó su vida licenciosa para abrazar la vida sacerdotal, dedicó su fortuna a obras de caridad y en su casa (en la actual calle de Caballero de Gracia) fundó el ya desaparecido convento de San José de los padres del Espíritu Santo, luego de Recoletas Concepcionistas, más conocidas como "las monjas del Caballero de Gracia". Y a él se debe la creación de la congregación de Esclavos del Sacramento y de manera póstuma (con su fortuna) del primer oratorio de Caballero de Gracia en 1662, en la calle de ese mismo nombre. En el mismo lugar, se construyó el nuevo oratorio actual en 1789, obra de Juan de Villanueva
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