EL MADRID DE LA MOVIDA

La calle de Malasaña, al lado de la glorieta de Bilbao, lleva el nombre en honor de Manuela Malasaña y Oñoro, una jovencita de diecisiete años que vivía en la cercana calle de San Andrés. En la jornada patriótica del levantamiento contra los franceses, el 2 de mayo de 1808, fue detenida cuando regresaba del trabajo camino de su casa, y, al ser registrada y ver que llevaba unas pequeñas tijeritas, propias de su oficio de bordadora, fue acusada de portar armas y fusilada esa misma noche.
Pues bien, Manolita Malasaña, se convirtió en musa y símbolo de la "Movida madrileña" de los años setenta y ochenta, de tal manera, que todo el barrio, el popular Maravillas, delimitado por la Gran Vía y las calles de Fuencarral, Carranza y San Bernardo, paso a bautizarse de Malasaña.
La "Movida madrileña" fue un movimiento contracultural underground que se extendió miméticamente a otras capitales y ciudades españolas con la connivencia y aliento de algunos políticos, entre los que destacó el entonces alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, que no tuvo empacho en pronunciar aquella famosa frase —hoy resultaría inaudita—, dirigiéndose a los jóvenes: "¡Rockeros: el que no esté colocado, que se coloque... y al loro!" Se exportó la Movida a través de la música, del cine, de la pintura, de la fotografía, de la noche… Fue una corriente cultural descarada y sin prejuicios que se vivió en mil garitos, en mil casas particulares, en los estudios de los pintores, en los escenarios… hasta en la televisión.
Todos los que estuvieron inmersos en ella están de acuerdo hoy en que si algo les unía, eran las ganas de divertirse y de gozar plenamente la libertad en aquel Madrid efervescente de entonces. Acudir desde los barrios periféricos a Malasaña, se puso y sigue de moda y es todo un rito juvenil.
En la fotografía, mural en El Pentarama (conocido popularmente como El Penta), mítico local de la Movida en la calle de la Palma esquina a la Corredera de San Pablo