EL MADRID ERÓTICO

Desde que se abriera el primer sex shop en el mundo en 1962, en Alemania, pasó mucho tiempo hasta que se abriera el primero en Madrid por los años 80, con productos muy light comparados con los que ahora se ofrecen en cientos de ellos diseminados por toda la ciudad: juguetes sexuales de todo tipo, vibradores, consoladores, preservativos, bolas chinas, cremas, lubricantes, penes de todos los tamaños, vaginas, muñecas, muñecos, afrodisiacos, lencería, revistas, DVD´s...
Algunos sex shops no son solamente tiendas, sino centros de entretenimiento que ofrecen espectáculos, como proyecciones de cine, máquinas tragaperras con videos porno, sesiones de striptease en vivo y peep shows, que son actuaciones eróticas o actos sexualmente explícitos diseñadas para la gente que disfruta del voyeurismo. Los clientes ven el espectáculo en cabinas individuales con ventanas que se abren al introducir las monedas en el mecanismo correspondiente.
También existe hoy lo que se llama tapersex, que es una reunión de amigas, junto a una vendedora que se dedica a mostrar una gran variedad de juguetes y artículos relacionados con el sexo entre las asistentes.
Proliferan los restaurantes eróticos, ideales para parejas desinhibidas y despedidas de soltería, con algún tipo de espectáculo y menús de lo más sugerente como: orgía campestre, penetración, nalgas carnosas, tetas mojadas...
Y las líneas eróticas es un tipo de sexo virtual consistente en conversaciones eróticas entre dos o más personas a través del teléfono
Pero esta obsesión erótica no es nada nuevo. Ya en la España anterior a la Guerra Civil se desarrolló una importante industria de imágenes, revistas y libros de contenido erótico, en ocasiones incluso pornográfico. Existían, sí, prohibiciones, pero poco ánimo para hacerlas cumplir. El desnudo masculino escaseaba, se limitaba sólo a prácticas de sexo, y las imágenes de contenido homosexual eran difíciles de ver. Por el contrario, la presencia de religiosos en la novela de contenido erótico era habitual.
La represión sexual de la dictadura franquista generó un hambre de erotismo entre los españoles y provocó a principios de los setenta aquel llamado cine del destape y los viajes a Perpiñán para ver películas aquí prohibidas. Y ya en 1985, la reconversión en Madrid de hasta quince salas antiguas en salas de cine porno, las llamadas X. Hoy, Internet ha acabado con ellas