73     A LOS MÁS CHIQUITINES
l nacimiento de un bebé es un gran acontecimiento para la familia y un nuevo estilo de vida para los padres, pero también para los abuelos. Hay que estar preparados.
La canastilla
Cuando se conocía que una mujer estaba en estado de buena esperanza, se preparaba todo para el bebé, que nunca se sabía si iba a ser niño o niña, pues, aunque las abuelas, tías y amigas de la familia se afanaban en conjeturar sobre el sexo del próximo a nacer según que la embarazada estuviera más o menos gorda o con la tripa más o menos picuda, nunca eran de fiar. Como la ropa que necesitaba la criatura era mucha, casi siempre se utilizaba la de los hijos anteriores o se pasaba de madres a hijas. La canastilla de un recién nacido, con ropa casi toda hecha a mano y con más o menos adornos, estaba compuesta por:
- Ombliguera. Especie de venda en tela fina de batista para sujetar el ombligo en los primeros días y conseguir una buena estética.
- Camisilla. De tela fina de batista o similar, sin mangas y sin costuras, abrochada por detrás con un botón. Los bordes de la parte baja y del cuello y las dos partes de las aberturas para los brazos se cosían a vainica ciega.
- Camisa. Muy parecida a la anterior, con la diferencia de que llevaba mangas largas.
- Chambra. Como la camisa pero de más abrigo, en tela de muletón, estambre o franela, y abrochada también por detrás con más de un botón.
Mi madre conmigo en el alda
- Metedor. Paño ovalado, grande, que daba la vuelta al cuerpo de atrás hacia delante tapando el culete como si fuera una braga.
- Pañal. Trozo de tela grande, de gasa preferentemente, que se ponía doblado varias veces dentro del metedor para empapar.
- Culata. Prenda de felpa o de manta fina que abrazaba el cuerpo de la parte de delante hacia atrás, algo más estrecha en la zona que correspondía a la entrepierna.
- Mantillas. Paño rectangular en muletón de color blanco, rematado alrededor con una tela fina de cualquier color. Se ponía alrededor del cuerpo a la altura de la cintura, pillando la camisa y la chambra, y sujeto todo con una faja.
Otra fotografía con mi madre
- Faja. Tira de tela fuerte de piqué para sujetar la mantilla. En uno de los extremos llevaba unas cintas para atar
- Cubremantilla o faldón. Prenda en tela de piqué que servía para cubrir la mantilla, más larga que esta y que se abrochaba por detrás. El faldón especial para los bautizos —de cristianar, se dice— , con gorro a juego, es como un vestido de manga larga, con la falda sobrepasando los pies, realizado en organdí o batista fina, y con volantes, puntillas y otros adornos. Se solía y se suele guardar para otros hijos e incluso pasar de una generación a otra.
- Jersey. En lana fina o hilo según la época, abierto por la parte de atrás y abrochado con botones.
- Chaleco. Igual que el anterior pero sin mangas
¡Vaya faldones!
- Botitas o patucos. De la misma lana que el jersey y con un cordón para atar o trabilla y botón para abrochar.
- Gorro. De lana, a juego con el jersey y los patucos, o de tela, y con cordón o botón para sujetar bajo la barbilla.
- Mandilete o baberola. Pieza de tela pequeña de forma rectangular, con forma para el cuello, con cinta para atar, que se ponía a la hora de comer o cuando el niño babeaba en época de la primera dentición.
- Pico. Cuando el niño cumplía un año, se le quitaban las mantillas y el pañal y se le ponía el pico para ir a dormir. Se llamaba así porque tenía esa forma. Iba atado al hombro con unas cintas y se confeccionaba con tela de franela o de rizo.
- Toquilla. Pieza cuadrada tejida en lana, con adornos de sobrecintas, que se dobla por la diagonal y sirve para envolver y arropar a los niños.
- Pelele. Especie de pantalón bombacho para cuando el niño comenzaba a andar. Se confeccionaba con tela de algodón un poco fuerte, llegaba hasta mitad de la pierna, iba abierto en la cintura con dos botones y llevaba un peto con tirantes.
- Y no faltaba en la canastilla una trencilla de hilo, que se metía en alcohol y se tenía preparado en el momento del parto para anudar el cordón umbilical. Luego, la comadrona o partera procedía al corte.
Mi hijo Jorge con unos meses
Mi nieto Adrián recien nacido
Los enseres
Las cunas eran generalmente de madera, con travesaños curvos en las patas para poder mecer a los bebes y dormirlos, con colchón de lana o borra según las economías familiares y las correspondientes sábanas y mantas. Otras eran de paja o mimbre tejida en forma de capacho, llamadas moisés en recuerdo del personaje bíblico. Y también las había en hierro. bronce o doradas.
Cuna antigua de madera
Cuna antigua decorada
Cuna antigua de hierro, bronce y latón tipo balancín
Antiguo moisés de mimbre
El pellejo fue imprescindible en tiempos de nuestras bisabuelas. Consistía en una piel de oveja que se colocaba sobre el colchón para que no calaran las orinas. Se lavaba bastante bien y hacía el mismo servicio que los hules que luego se utilizaron.
Cuando los niños se sostenían erguidos se colocaban en unas sillas especiales de madera, a su medida, con una pieza delante semicircular a modo de mesa y como sujeción. Algunas llevaban un orificio con tapa en el asiento, que se descubría para colocar un pequeño orinal.
Sillas antiguas para bebés
Trona antigua que abatiéndola se convertía en una silla con mesa
Cuando comenzaban a dar los primeros pasos se metían en el tenedor, especie de cajón abierto por los lados, con asiento, que cumplía la doble misión de sostenerlo de pie o sentado cuando se cansaba.
Más ligero que el anterior, con ruedas en las patas para poder desplazarse y asiento a veces de loneta en la entrepierna, era el andador o tacataca.
Antiguo tenedor
Antiguo tenedor de mimbre
Antiguo tenedor con "pista" para los primeros pasos
Antiguo taca taca
Antiguo taca taca restaurado
Mi hijo Jorge en un parque o leonera
Antiguo cochecito para bebé
Mordedores, sonajeros y otros cacharritos han existido siempre, pero construidos en distintos materiales a los actuales, y muchas veces de forma artesanal cuando el dinero —siempre escaso— no daba para más y sacar adelante a la familia ya suponía un gran esfuerzo. Abundando en estas penurias, cuando no se tenía ni para comprar polvos de talco, se llegaba incluso a rascar las paredes y echar un poquito de enjalbego en el culete escocido de los bebés.
Sonajeros y mordedores
Los juguetes
A partir de los dos y tres años, los juguetes eran repeticiones en pequeño de las cosas cotidianas: herramientas de todo tipo, carros, carretillas, patinetes, coches y camiones de madera; muchos hechos por artesanos del pueblo, herreros, carpinteros, carreteros, etc. Algunos, de hojalata, para los más afortunados: coches, motos, tartanas. Cacharros de cocina en aluminio. Pelotas de goma. Caballos y muñecas de cartón, las peponas... Y mucha imaginación; a veces el mejor juguete era una caja de cartón arrastrada con un cordel o una muñeca o pelota hechas de trapos viejos.
Las cucamonas
Los bebés siempre han sido y son la alegría de las casas, y toda la familia y parientes se desviven por hacerles carantoñas y zalamerías.
Hay muchas cancioncillas, juegos, cuchufletas, cucamonas y monerías que ayudan al entretenimiento de los bebes, al desarroyo de su afectividad e incluso a su formación.. El niño siempre imita el gesto de los mayores, y así, ante cualquier movimiento acompasado de las manos o a una alegre y sencilla melodía, intentara hacer lo mismo. He aquí algunas de las mas populares en Criptana, transmitidas siempre por las abuelas de unas generaciones a otras y que yo recuerdo haber oido en el entorno familiar.
La cara de pillo de mi nieto Adrián esperando la cucamona
Las hay para que los bebés demuestran alguna habilidad con los trabalenguas y las adivinanzas:
El perro de San Roque no tiene rabo, / porque Ramón Rodríguez se lo ha robado. / El perro de San Roque no tiene cola, / porque se la ha comido la caracola.
Adivinanza, adivinanza, / ¿qué tiene el niño en la panza? / ¡El ombligo!
Debajo de un botón, ton, ton, / que encontró Martín, tin, tin, / había un ratón, ton ton, / ¡ay, que chiquitín, tin, tin!...
Debajo de un botón, ton, ton...
Estas son nanas para dormir:
Duérmete, mi niño, / que se hace de noche, / y van los angelitos / a pasear en coche.
Mi Niño Pequeño / se quiere dormir; / le cantan los gallos / el quiquiriquí.
Duérmete, niño, / que viene el coco, / y se lleva a los niños / que duermen poco.
Vámonos a la cama, / vámonos a dormir, / tú llevarás la manta / y yo llevaré el candil.
Din, dan, / din, don, dan, / campanitas sonarán. / Din, dan, / din, don, dan, / que a los niños dormirán...
Vamos a la cama / que hay que descansar, / para que mañana / podamos madrugar (la hizo popular TVE en sus primeros años de emisión).
Mi nieto Adrián en los brazos de Morfeo
Y para despertar:
Dijo la rana, / mientras espiaba / por la ventana.
Tira con tirita / y ojal con botón.
Un pajarito / que está en la rama / busca el zapato / bajo la cama...
Te estoy esperando no demores mucho / porque hay tantas cosas que hacer en el mundo. / Despierte mi niño... Despierte mi sol.../ Despierte pedazo de mi corazón...
Kikiki, Kikiki. / El gallito canta así. / Kokoko kokoko. / La gallina ya cantó. / Pio pi, Pio pi. / Los pollitos hacen así...
Y de nuevo Adríán: "Hoy no me puedo levantar, el fin de semana me dejó fatal..."
Estas canciones se cantan con los niños sentados sobre nuestras piernas a manera de caballito, imitando su caminar y abriendo súbitamente las piernas en algún momento para provocarles un pequeño sobresalto:
Arre, borriquito, / arre, arre, arre, / arre, borriquito, / que llegamos tarde. / Arre borriquito, / vamos a Belén, / que mañana es fiesta / y al otro también.
Al paso, al paso; / al trote, al trote. / Al galope, al galope. / Al galope, al galope.
Mi hijo Jorge, haciéndole al suyo, Adrián, eso de "al paso, al trote..."
Para que los niños comiencen a coordinar sus propios movimientos.
Palmas, palmitas, / higos y castañitas; / almendras y turrón, / ¡que rica la colección!
Para hacer cosquillas en la palma de la mano, en el brazo, en el cuello...
A la buenaventura, / que Dios te la da, / si te pica una pulga, / ráscatela, ráscatela.
Si vas a comprar carne, / que no te den de aquí, / ni de aquí, / ni de aquí..., / nada más que de aquí., de aquí, de aquí (la axila).
Mira un pajarito sin cola. (la persona mayor señalaba con la mano hacia arriba y el niño levantaba la cabeza) / Mamola, mamola, / mamola, mamola.
Mi nieto Adrián en sus primeras risas
Las abuelas manifestaban su cariño:
Pito, pito, colorito. / ¿Dónde vas tú tan bonito? / A la vera de su abuela, / pin, pon, fuera.
Mi mujer Trini con su nieto Adrián
Para enseñar a caminar y acompañar los primeros pasos:
Aquí te espero. / Aquí te espero, / comiendo un huevo...
Primeros pasos
Canciones apropiadas para controlar el movimiento de las manos y para aprender a distinguir los dedos:
Éste se encontró un huevo, / éste lo frió, / éste le echó sal, / éste lo probó / y éste picarillo gordo... se lo comió
Tres pollitos, / tiene mi tía: / uno le salta, / otro le pía, / y otro le canta / la sinfonía.
Cinco lobitos / tiene la loba, / cinco lobitos / detrás de una escoba...
Para que los niños dejen de llorar cuando se dan un coscorrón. Se ha de acariciar la parte del cuerpo dolorida mientras se va cantando:
Cura, sana, / colita de rana, / si no se cura hoy, / se curará mañana.
Sal sol, solito, / caliéntame un poquito / para hoy, para mañana, / para toda la semana; / llamaremos a la abuela / para que toque la vihuela, / llamaremos al pastor / para que toque el tambor, / y si no lo toca bien, / que le den / con el rabo de la sartén.
Caracol, col, col, / saca los cuernos al sol, / que tu padre y tu madre / ya los sacaron.
Mariquita, quita, quita, / ponte el manto y / vete a misa.
Que llueva, que llueva, / la Virgen de la Cueva. / Los pajaritos cantan, / las nubes se levantan. / Que sí, que no, / que caiga un chaparrón / encima de la estación.
Pon, pon, / gallinita, pon, / si no pones un huevo, / luego me pondrás dos.
Marcelino, pan y vino, / rompió el jarro / en el camino. / Pobre jarro, / pobre vino, / pobre culo de Marcelino.
Don Melitón tenía tres gatos, / y a los tres les ponía zapatos; / y por la noche les daba turrón, / ¡que viva los gatos de don Melitón!
Bartolo tenía una flauta / con un agujero solo, / y a todos daba la lata / con la flauta de Bartolo...
Cucú, cantaba la rana, / cucú, debajo del agua; / cucú, pasó un caballero, / cucú, con capa y sombrero...
Chimo, chimo (agarrando las naricillas), / las ovejas con el trigo / y el pastor con el abrigo.
Tengo, tengo, tengo; / tú no tienes nada. / Tengo tres ovejas / en una cabaña. / Una me da leche, / otra me da lana, / y otra me mantiene / toda la semana.
Con estas canciones los bebés comienzan a dominar el lenguaje, ya que han de ir haciendo movimientos o gestos representativos de cuanto se dice en ellas.
Los pollitos cantan / pío, pío, pío, / cuando tienen hambre, / cuando tienen frío. / La gallina busca...
Un elefante / se balanceaba / sobre la tela de una araña, / como veía / que no se caía, / fue a avisar a otro elefante. / Dos elefantes / se balanceaban...
Para entretener (y a veces para hacer rabiar) a los niños. Las tres primeras que siguen no acababan hasta que el pequeño se hartaba:
Mi abuela tiene un gato (comenzaba la persona mayor cantando) / Mi abuela tiene un gato / con las orejas de trapo / y el culo de papel. / ¿Quieres que te lo cuente otra vez? / (Si el niño contestaba que no, la persona mayor seguía) No digas que no, / di que sí. / Que mi abuela tiene un gato / con las orejas de trapo / y el culo de papel. / ¿Quieres que te lo cuente otra vez? / (Si el niño contestaba que sí, la persona mayor continuaba) No digas que sí, / di que no. / Que mi abuela...
¿Quieres que te cuente un cuento bonito y barato que nunca se acaba? / (Si decía que sí, se continuaba) Pero si yo no te digo que sí; / yo te digo ¿qué si quieres que te cuente un cuento bonito y barato que nunca se acaba? / (Si decía que no, también se continuaba) Pero si yo no te digo que no, / Yo te digo...
José se llamaba el padre / y Josefa la mujer, / y tenían un hijito / que se llamaba /José, se llamaba el padre…
¿Quieres que te cuente el cuento de la banasta?... / Pues con eso basta.
¿Quieres que te cuente el cuento del soldao?... / Pues ya se ha acabao.
Enséñame los dientes / Pedos calientes.
Enséñame las muelas / Pedos cazuelas.
¡Hola amigo!, / me encontré un higo, / pero como no te vi... / me lo comí.
¡Papá, mamá!, / Pepito me quiere pegar. / ¿Por qué? / Por ná. / Por algo será. / Por un pimiento, / por un tomate, / por una onza / de chocolate.
Mira una mancha de huevo (señalando debajo de la barbilla). / Topa borrego
Madreeee. / Queeeé. / Madreeeeee. / Queeeeeé / Madre, / Qué. (Se hace con distintos énfasis de voz, y la última en plan imperativo y contestación fulminante)
Mi nieto Adrián empezándose a mosquear
Para empezar a enseñarles los números:
La gallina papanata / puso un huevo en la canasta, / puso uno, puso dos, / puso tres, puso cuatro, / puso cinco, puso seis, / puso siete, puso ocho. / Guarda este bizcocho hasta mañana a las ocho.
El uno es un soldado / haciendo la instrucción, / el dos es un patito / que esta tomando el sol, / el tres una serpiente, / el cuatro una sillita, / el cinco es un conejo, / el seis una pera, / el siete es un bastón; / el ocho son las gafas / de mi tío Ramón. / El nueve es un globito / atado de un cordel, / y el diez es un tiovivo / para pasarlo bien, ¡bien!
Para seguir con los números y distinguir las figuras de una baraja:
¡Pinche! (correspondía a las espadas, y con el dedo índice se pinchaba en la manita abierta del bebé tantas veces como el número de la carta. El as, con mayor intensidad). / ¡Pase! (bastos; se frotaba la manita). / ¡Reminina! (copas; se hacían cosquillas) / ¡Zorrocotón! (oros; se daba con el puño cerrado).
En el baño:
Los patitos en el agua / meneaban la colita / y al mismo tiempo decían: / ¡Ay que agua calentita!
Las primeras oraciones:
Cuatro esquinitas / tiene mi cama, / cuatro angelitos / que me acompañan.
Jesusito de mi vida / eres niño como yo, / por eso te quiero tanto / y te doy mi corazón.
Y los primeros juegos:
Gallinita ciega, / ¿qué se te ha perdido? / Una aguja y un dedal. / Date tres vueltas y lo encontrarás.
Chocolate / Josefillo, / corre, corre, / que te pillo.
Aquí me siento, / no me levanto, / si viene un perro / le tiro un canto.
El que fue a Sevilla / perdió la silla, / el que fue a Malagón / perdió el sillón.
Al corro, Manolo, / mi padre está en los toros / mi madre más allá, / achichiguá; / abajo ya.
Al corro chirimbolo / que bonito es. / Un pie, otro pie, / una mano, otra mano, / un codo, otro codo, / una oreja, otra oreja, / el culo de la vieja.
Al corro de la patata / comeremos ensalada / como comen los señores / naranjitas y limones, / achupé, achupé, sentadito me quedé.
O, simplemente, cancioncillas graciosas:
Pepita la Musaraña / hace tiempo que se ha casado, / y ayer cometió una hazaña / con el niño y el guisado: / pensando en la gran fortuna / del conde de Montecristo, / echó el tomate a la cuna / y a la criatura la echó en el... guiso
Cuando le vi con la pata de palo, / dije para mí: malo, malo, malo; / cuando le vi con la pata de madera, / dije para mí: fuera, fuera, fuera.
Mi barba tiene tres pelos, / tres pelos tiene mi barba, / si no tuviera tres pelos, / ya no sería mi barba.
El afilador se llama Ramón, / y su mujer se llama Isabel, / y su chiquete se llama Pedorrete, / y su chiqueta se llama Pedorreta.
Algunas de ellas muy antiguas, pero que volvieron a poner de moda los payasos Gaby, Fofó y Miliki:
Eran dos tipos requetefinos, / eran dos tipos medio chiflaos, / eran dos tipos casi divinos, / eran dos tipos disparataos; / si se encontraban en una esquina / o se encontraban en el café, / siempre se oía con voz muy fina / el saludito de don José: / ¡Hola don Pepito! / ¡Hola don José! / ¿Pasó usted por casa? / Por su casa yo pasé. / ¿Vio usted a mi abuela? / A su abuela yo la vi. / ¡Adiós don Pepito! / ¡Adiós don José!...
La gallina turuleta / ha puesto un huevo, / ha puesto dos, / ha puesto tres...
Así lavaba, así, así, / así lavaba que yo la vi...
Incluso, para algo más mayorcitos, los primeros chistes, sencillos, claro, de Jaimito, de Quevedo o de Tiburcio:
¿Jaimito sabes nadar? / Sí, sí. / ¿Dónde has aprendido? / En el agua.
"Jaimito, vamos a ir a casa de la tía María, pero no tienes que pedir nada". / Y ya en la casa, Jaimito se encapricha de un cuadro, y la tía María, regordeta, se sube a una silla, se empina para cogerlo y, ¡pum!, se echa un pedete. / "Mamá, mamá, yo quiero ese pito".
Tiburcio, que estaba malito y no tenía ganas de comer, recibió la visita de un pariente. / "Pasa, pasa, ahí lo tienes en la cama, tan delgado, seco como una pasa", le decía su mujer. / "Pero si aquí no hay nadie" / "Caramba, ya se lo ha vuelto a llevar el gato".
Quevedo tenía ganas de hacer caca, y ni corto ni perezoso se puso a hacerla detrás de una esquina. / En esto que pasan por allí unas señoritas muy finolis, que al verlo, exclaman: ¡"Qué vedo"! ¡"Córcholis!, hasta por el culo me conocen".
Quevedo tenía una mercería y colocaba cosas en el escaparate, pero estaba tan resfriado que le colgaban dos velas muy grandes de mocos verdes. / Y en esto que pasan por allí una madre con su niña. / "Mamá, yo quiero esas cintas tan monas" / Y Quevedo, sorbiendo rápidamente: "Churrús, churrús, se cerró el escaparate".
Las parturientas
Cuando las mujeres daban a luz, no lo hacían como ahora en los hospitales, con todo tipo de cuidados médicos; antes se tenían los hijos en las propias casas, con el único recurso sanitario de esmerar el aseo disponiendo de ollas de agua hirviendo y lienzos limpios, y atendidas por una partera sin estudios, pero muy hábiles en estos menesteres por su experiencia. Muy recordada en Criptana fue la María Ignacia. Luego hubo comadronas, como doña Pere (Peregrina), doña Adela y doña Aurelia. Se presentaban en la casa antes del parto y lo preparaban todo. Sólo se llamaba al médico si la cosa venía muy mal. A veces, cuando existían complicaciones, la situación podía llegar a ser dramática tanto para la madre como para el bebé.
Durante los primeros días la madre tomaba caldos de gallina con una yema de huevo y el añadido de alguna patatilla, arroz o fideos, que resultaban muy apetitosos y reconstituyentes. También tortas de Alcázar, que era lo clásico que llevaban como regalo las visitas, y no faltaba algún vasito de vino añejo para recobrar todo el vigor.
Tortas de Alcázar
Los bebés
Los bebés eran amamantados hasta que cumplían uno o dos años, y era habitual ver a niños bien creciditos agarrados al pecho de la madre. Y si esta no podía por no tener leche, se buscaba rápidamente a otra mujer que estuviera criando, con la suficiente fortaleza para poder amamantar al hijo propio y al ajeno, los cuales serían posteriormente reconocidos como «hermanos de leche». Las mujeres más acomodadas disponían de amas de cría.
No existían los potitos, ni la variedad de alimentos infantiles hoy a la venta en farmacias o supermercados, así que cuando el bebé necesitaba reforzar la alimentación del pecho, se recurría a las papillas de harina tostada: se doraba ligeramente en una sartén la harina, se añadía leche y azúcar y con una cuchara de madera se movía para que no hiciera grumos hasta que espesaba.
La aparición en el mercado de los paquetes de harina de maíz ya preparada para papillas —la marca Maizena tenía la exclusiva— fue un gran adelanto. A mis hermanos pequeños le llegó el invento, y a mí también, pues estaba buenísima ("Maizena, Maizena, buena, buena, buena. Maizena, Maizena, tres veces buena", se anunciaba en la radio), casi mejor que unas natillas, y apuraba lo que ellos dejaban y sobre todo el pegaillo de la cacerola donde la cocinaban.
Leches maternizadas y papillas
Otra papilla, en frío, muy rica, para merendar, era la que se preparaba con el zumo de una naranja, un plátano, galletas maría, y a veces una yema de huevo, todo mezclado con ayuda de un tenedor.
Los trozos de pan eran muy recurrentes, con poca miga al principio para que no se atragantaran, solos o sopados en el puchero del día o en aceite con un poco de azúcar.
Y poco a poco, a los críos se les iba graduando el alimento con sopitas caldosas hervidas y de este modo se los prepara al destete.
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