n el carnaval hay elementos supervivientes de antiguas fiestas saturnales paganas, de celebraciones dionisiacas griegas o de fiestas romanas.
En la vieja sociedad rural, fuertemente estructurada por el cristianismo, el tiempo de carnestolendas ofrecía mascaradas rituales de esta raíz pagana y un lapso de permisividad que se oponía a la represión de la sexualidad y a la severa formalidad litúrgica de la Cuaresma.
Durante el carnaval se representa, pues, la lucha de Don Carnal, símbolo de los pecados de la carne, los excesos, los vicios y la lujuria, con Doña Cuaresma, personificación de la penitencia, del ayuno y de la abstinencia. Antiguamente, el comienzo de las fiestas tenía lugar el Jueves Lardero (la semana anterior a la del Miércoles de Ceniza), durante el cual las gentes, ante la llegada próxima del ayuno obligado por la Cuaresma, salían al campo para celebrar la fiesta de despedida de la carne.
Detalle del cuadro Combate de Don Carnal y Doña Cuaresma, de Pieter Brueghel el Viejo. 1559
Pero el denominador común de todos los carnavales que en el mundo son y han sido, es la limpieza general y a fondo de la casa y del alma. Es la ocasión en que se revuelven todos los armarios y todos los rincones de la casa y se encuentra uno con su pasado. Cuando los carnavales no se habían comercializado aún y convertido en espectáculo, lo que se hacía era disfrazarse con las ropas viejas propias o ajenas que uno encontraba en los baúles cuando emprendía la gran limpieza anual marcada por la Cuaresma.
El Carnaval de Criptana es una de sus fiestas más grandes y populares, y se sigue celebrando en los días tradicionales: el domingo, lunes y martes anteriores al Miércoles de Ceniza.
Ya desde antes de la guerra el Carnaval tenía dos momentos: las máscaras callejeras por la tarde y los bailes de salón por la noche en el Teatro Cervantes y en los casinos Primitivo y de la Concordia, que incluían también la noche del sábado, sin cobrar entrada, para exhibir su decoración y dar a conocer las orquestas. El domingo, lunes y martes salían a la calle las máscaras que iban por su cuenta ("¡Que no me conoces!, ¡que soy Patato!"); las murgas, con instrumentos tan peculiares como un bombo, una botella de anís o un peine o caña con papel de fumar, y grupos mejor equiparados —las estudiantinas— con instrumentos de aire y cuerda. Recorrían las mismas calles que recorren hoy, y la gente se sentaba en sillas para ver el espectáculo. Y a su paso, era costumbre que se les echara harina o se les tirara naranjas, cosa que terminó por prohibirse para evitar los prejuicios que ocasionaban.
Baile de Carnaval en Criptana, en 1934, en salones que fueron del primitivo Teatro Cervantes, (luego Cinema X entre otros
destinos) en antiguas dependencias de los carmelitas en la calle del Convento. Esta redactado con el humor propio de las
fiestas de carnaval y obsérvese el nombre del músico de la orquesta, nada menos que Johan Vhichente Mhahnjavakalacas.
En la fotografía, la gente en silencio y conmovida ante la pasión de Cristo en los distintos pasos de la procesión de la
Semana Santa; qué distinto, unas semanas antes y en el mismo escenario, al bullicio y jarana para entrar
a los famosos Bailes de Carnaval en el Teatro Cervantes
Antiguo edificio del Casino Primitivo
Desaparecido Casino de la Concordia, luego Hogar del Productor
Las murgas, en plan satírico, inventaban cuchufletas o letrillas de crítica hacia hechos locales o nacionales. Como la que en 1928, El Bonillo, un esquilador de mulas y famoso personaje todos los años en los carnavales, subido en un carro a manera de carroza y vestido de militar, parando de tramo en tramo y en todas las esquinas para echar el discurso, criticaba la intervención del Gobierno en el precio de la uva. Decía así: "Yo soy Primo de Rivera,/ defensor de los obreros,/ y he de quitar el abuso/ de todos los bodegueros".
Tenía El Bonillo una especial facilidad para componer ripios, versos o coplillas; la misma que Manuel Villacañas, el Portillo que muchos hemos conocido años después, que soltaba sus chascarrillos a todo aquel que se prestaba a escucharlo, y que acabó sus días metido a Sancho Panza bufón por mil y un teatrillos de La Mancha.
Manuel Villacañas, Portillo
Estudiantina del Pollito, famosa por pedigüeña. Se decía que iba uno cantando y veinte pidiendo.
En el pueblo quedó la frase. “Pides más que la estudiantina del Pollito”
Terminaba el Carnaval con el Entierro de la Sardina el Miércoles de Ceniza, aunque algunas máscaras salían también al domingo siguiente o Domingo de Piñata.
Durante la guerra civil no hubo carnavales. Después, a pesar de las prohibiciones gubernativas y el no consentimiento relativo del cura párroco de entonces, el siempre recordado don Gregorio —hacía la vista gorda, supongo—, la gente tenía gana de olvidar la tragedia vivida, y aunque al principio muy tímidamente, con arresto y calabozo incluido para los primeros que se atrevieron a salir a la calle vestidos de mascara, el carnaval terminó por imponerse, incluso con mayor participación y fiesta general, pero, eso sí, con la supresión del Entierro de la Sardina y el Domingo de Piñata. En eso no consintió nunca don Gregorio, metidos ya en Cuaresma. Las que no consintieron en nada por aquella época fueron las Dominicas del Colegio de Ntra. Sra. del Rosario —el Colegio de las Monjas, que decíamos—, que obligaban a ir a clase esos días e imponían fuertes castigos a las chicas que no lo hicieran o que participaran en el carnaval. Debían de tener montado un "servicio especial de espionaje" para enterarse de tal pormenor.
Tras la Guerra Civil, a pesar de las prohibiciones gubernativas y el no consentimiento relativo de don Gregorio Bermejo,
cura párroco de entonces, resurgió el carnaval para olvidar la tragedia vividas
Carnaval de Criptana. Máscaras en la calle en 1955
Carnaval de Criptana. Máscaras en la calle de Santa Ana. Años 50
Carnaval de Criptana. Máscaras en la calle Castillo, frente al Cine Rampie. Años 50
Carnaval de Criptana. Boda de tronío posando en estudio de fotógrafo
De aquellos años, es muy recordado Manolo El Mascarón. Murió joven y nos perdimos muchos años de disfrutar de su sana alegría y de su buen humor, a pesar de la apariencia de persona seria. No faltaba ningún año a la cita del carnaval, con su grupo de siempre, a cara descubierta, interpretando de manera jocosa algún hecho de actualidad.
Y entre otras y otros, tampoco fallaban, bien con sus cuadrillas y amigos o en solitario, y todo el pueblo estaba expectante para ver de qué se vestían o cuál era la chirigota que elegían: Savedra, la Marta, Las Alcuzonas, Alejandra la del Colmillo, María la del Zurdo, Juana Olmedo, Nati La Templa, Julián Escribano, que luego en Democracia recuperó el Entierro de la Sardina y fue uno de los que crearon la Peña de los Bartoleros, o Valbuena, el padre, un genio en su oficio de pintor de brocha gorda, que sólo pedía libertad en su vena artística, y aquí te pitaba una guirnalda, allá una cenefa, unos pajaritos decorando el techo, los plafones... De figura muy menuda, varios años salió disfrazado de Charlot, a quien imitaba a la perfección incluso en los andares.
Carnaval en Criptana. La Marta y Savedra
Carnaval en Criptana. La Marta y Savedra de nuevo
Carnaval en Criptana por 1962. Entre otros, arriba y en el centro, Alejandra la del Colmillo; a su izquierda, Melquiades (padre),
Nati la Alcuzona y María la del Zurdo; a la derecha, el de la guitarra es José Vicente Alberca (Boluda), y a su lado, Pepa Lara;
son parte de la crème de la crème carnavalera de aquellos años. Agachados, la Mari de Manilio, Manuel Díaz-Ropero,
Pepe Masa y Juan José Díaz-Ropero. Hay mas personas, algunas de la cuadrilla, y también amigos y novias.
Misma cuadrilla que la foto anterior en el rincón del Teatro. Entre otros, arriba y en el centro, Alejandra Villafranca la del Colmillo;
a la izquierda, su hijo Antonio, y a la derecha Melquiades Rodríguez (padre). Abajo, con una bata de rayas, Nati la Alcuzona,
María la del Zurdo, María Adelina, Juana la Rana... y Jesús Manzaneque Foril. Agachada, la Mari de Manilio
Coplillas de Manuel Villacañas, Portillo y de Juana la Rana
Estudiantina de carnaval con miembros de la Filarmónica Beethoven
Una tarde de carnaval, siendo yo pequeño, estaba con mis padres viendo el desfile, haciéndole mil ascos al bocadillo de la merienda. En esto que se paró ante nosotros un pordiosero con la mano extendida y suplicante pidiendo una limosna, y mi madre, harta de regañarme y de verme dar tantas vueltas al pan, me lo arrancó de las manos y se lo dio al pobre, que agradecido se fue tan contento dando grandes mordiscos al panecillo. Cual no sería nuestra sorpresa al enterarnos —alguien llegó al poco comentándolo— que el tal pobre, sucio y vestido de andrajos, no era otro que don José Antonio Sánchez Manjavacas, director de la Biblioteca Alonso Quijano y profesor en el Teresiano. ¡Quién lo hubiera imaginado!, siendo como era —al menos, aparentemente— tan serio, y además a cara descubierta. Dicen que con las monedas que le dieron tuvieron para una opípara cena toda la familia. Este es el espíritu de siempre del carnaval de Criptana.
Homenaje a Ignacio Valbuena y a don Santiago Sánchez-Manjavacas,
en su día ilustres participantes del carnaval de Criptana
Y aquí tenemos al gran Ignacio Valbuena vestido de Charlot
La sala del Teatro Cervantes, desmontados los asientos del patio de butacas, era un buen salón de baile y el preferido en tiempos de carnaval. Allí o en los casinos, el Primitivo y el desaparecido de la Concordia (por mor de los nuevos aires políticos había pasado a ser el Hogar del Productor), actuaron las mejores orquestas de música brasileña y caribeña tan propias del momento, todas con sus esculturales vedettes o explosivas mulatas para animar al personal. "Animadoras" se llamaban precisamente por aquellos años las vocalistas y bailarinas. Son muy recordados los éxitos arrolladores en el Teatro del cubano Raul del Castillo, que repitió dos años, de Los Lecuona Cuban Bois, de Ernesto Duarte o del o del peruano Alberto Cortez, "El Original", que así se hacía llamar para diferenciarse del argentino Alberto Cortez, el de Las Palmeras, Me lo dijo Pérez o el Sucu-sucu, con el que se enfrentó en varios procedimientos judiciales por suplantación de nombre.
Y en eso de dar ambiente carnavalero, no iban mucho a la zaga las orquestas locales, la Mambo y la Ritmo, de gran prestigio por la región. Había otros conjuntos musicales como Escri Kalon, Roccafloan, Habitación Blanca o Los Maestronic, que empezaban a dar sus primeros pinitos.
Alberto Cortez "El Original"
Ernesto Duarte y Su sabor cubano
Recreación idealizada de una noche de carnaval en el antiguo Teatro Cervantes. Hacer click en la imagen para agrandar
Barra del Casino de la Concordia en Carnaval
El cantaor de Valdepeñas Tomás de Antequera en el Casino de la Concordia en Carnaval
Grandes orquestas con animadoras
Orquesta Ritmo con la colaboración de Maruja Perea al piano
Orquesta Mambo con la colaboración de dos animadoras
Los Maestronic en el Casino de la Concordia (Hogar del Productor)
El Carnaval era una fiesta por todo lo alto, mayor si cabe que la Feria, un desenfreno, tres días para reírse de autoridades, leyes e instituciones, poniendo en solfa al más pintado; tres días al año para liberarse de ataduras propias y ajenas; tres días para la transgresión, el cachondeo, el frenesí, la desinhibición y el libertinaje, cantando bailando, bebiendo... Las mujeres se vestían de hombres; los hombres, de mujeres. No había coto a nada. Y mucho morbo: no sabías con quién bailabas y la situación era propicia para el flirteo descarado. Y si reconocías a la pareja... te hacías el tontillo. O vete a saber si estabas bailando con un tío y querías meterle mano. El carnaval era propicio para que surgieran noviazgos entre parejas que difícilmente se hubieran conocido en otras circunstancias, pero también para que otros se rompieran.
Fotografias de mis suegros, Esperanza Badía y Sotero Ossorio, y otros amigos en el Carnaval
Año 1967. Somos casi los últimos en salir del baile en el Teatro Cervantes. Yo soy el de la gabardina y los otros: Daniel
Olivares y Rafael García-Casarrubios. Lo del suelo no es nieve; es montonera de confeti y serpentinas
Recuerdo la tremenda cantidad de confeti que se tiraba. Éramos tan exagerados que lo vendían en sacos de arpillera para colgar al hombro, en bandolera. Igual ocurría con las serpentinas, que se lanzaban a millares. La maraña de cintas y la montonera de papelillos en el suelo era tal que impedían casi bailar o caminar. La apoteosis final llegaba con el baile de la conga —en eso poco se ha cambiado— e, irremediablemente, con Ángel Olivares Orejetas —la chunga y pitorreo era general— fumándose un puro en el escenario, bailando con las animadoras y haciendo gestos inequívocos de pretender "tirárselas".
La Orquesta Mambo con animadora y la colaboración estelar de Ángel Orejetas con las maracas
El bueno de Ángel Olivares Orejetas fotografiado con varios camareros y dos "animadoras" de carnaval
El carnaval con el tiempo fue decayendo, hasta que al llegar la Democracia, con la eclosión de libertad y el deseo del Ayuntamiento y de los vecinos de restaurar todas las fiestas tradicionales y populares, aparecieron las peñas, que son las que han recuperado de nuevo la vistosidad y espectáculo de los fastos carnavaleros en Criptana, en el que se incluye desfile de comparsas y carrozas y se restituyó al principio incluso el Entierro de la Sardina, cosa que ya no sucede en los últimos tiempos.
Alma de los Entierros de la Sardina era Julián Escribano, vestido de cura, quien aún viviendo fuera nunca faltaba a la cita.
El irónico gorigori plañidero, en el que de riguroso luto se acompaña a su ataúd, subía a la Sierra y allí, con muchísima
gente, se repartían sardinas. Él y otros fueron el origen de la Peña de los Bartoleros.
La fiesta se inicia ya el viernes por la noche con la presentación de peñas y baile amenizado por renombradas orquestas, en el Auditorio. El sábado, igualmente por la noche, baile, con premios a la pareja de la noche y máscaras más graciosas y originales. El domingo es el día grande, con desfile por la tarde de máscaras y grupos locales y posterior baile. El lunes, con intervención de carrozas y comparsas venidas de fuera, el baile nocturno es para muchos el fin del carnaval, pues el martes está dedicado a los niños, con celebraciones especiales para ellos y concurso de disfraces.
La vorágine del carnaval dura todo el año: es como en Valencia con las Fallas, que acaba una edición y al día siguiente ya se está pensando y preparando la siguiente. Y son los propios componentes de las peñas, algunas numerosísimas, los que diseñan y realizan el vestuario, los aderezos y las propias carrozas, eligen las músicas y hasta crean la coreografía de los bailes. Es un trabajo de muchísimos días, que se acrecienta a partir de Navidad, y que tiene su recompensa en la propia actividad lúdica del carnaval, en la relación personal y de amistad entre los componentes y a veces en los premios o subvenciones conseguidos, que compensan en parte los muchos gastos que todo esto conlleva. Casi todas han desfilado con éxito en Madrid, en Ciudad Real y en otros lugares de Castilla La Mancha.
Carnaval en Criptana. A la derecha, Jose Vicente Alberca (Boluda), de larga trayectoria carnavalera,
con amigos y las respectivas de gala para entrar al Casino de la Concordia (carroza)
Carnaval en Criptana
Carnaval en Criptana
Carnaval en Criptana
Carnaval en Criptana
Carnaval en Criptana
Carnaval en Criptana
Carnaval en Criptana
Este nuevo carnaval renovado, además de peñas (algunas ya desaparecidas) como El Pichirilo, El Burleta, Los Bartoleros, Río Samba, La Viruta, La Cabra Lucera, Las Otras, Lo que Resudan los Molinos y más que surgen espontáneamente para esos días, también ha tenido y tiene sus personajes por libre. Incombustibles siguieron siendo la Marta y Savedra, con la compañía de la Acacia... Bendita Acacia, que con el único adorno de su propio pelo blanco y sus ojos azules, era otra de las que guardaban el espíritu auténtico del carnaval de Campo de Criptana. Quién no la recuerda vestida de virgen a lomos de una mula, o en una cama con ruedas y mucha compañía, o encaramada en las andas de un santo —¡hace falta atrevimiento!— con todo el pueblo aplaudiendo. Hizo la mujer de todo en la vida, además de ser incondicional de los carnavales: pedir por los trenes en la difícil posguerra, vendimiar, coger aceituna, segar, coger titos... y hasta irse a servir a Alicante, donde conoció a su marido.
Carnaval de hace unos años. Máscaras callejeras por libre. La Marta y la Acacia de caza con dos acompañantes
Carnaval de hace unos años. Máscaras callejeras por libre. La Marta, la Acacia y Savedra trillando con otro acompañante
Carnaval de hace unos años. Máscaras callejeras por libre. La Marta y Savedra con la Acacia de cuerpo presente
La Marta, uno de los personajes más populares de los carnavales de hace unos años.
Aqui la tenemos de tortera y asaltando el Ayuntamiento disfrazada de Tejero
Carnaval de hace unos años. Máscaras callejeras por libre. La Marta y Ángel Olivares Orejetas
La Marta vestida de cartera, Julián Escribano a punto de empezar a oficiar en el Entierro de la Sardina y la Acacia,
tres personajes irreemplazables del Carnaval de Criptana de hace unos años
Muy celebradas son las “Viejas del Carnaval”, que todos lo años no faltan a la cita y se espera con curiosidad su ocurrencia. Son Jesús Villafranca Moratalla, Javi Ramos Cruz, Luis Manzaneque y Ángel Santiago Manzaneque Campos. Incluso en el año 2021, con un carnaval suspendido por la pandemia, salieron a la calle y se sentaron en la esquina de la Buena Estrella. Más de una sonrisa sacaron al pueblo en medio de aquellos días tan oscuros.
Viejas del carnaval. No quisiera equivocarme, pero me parece que están haciendo un guiño a la
famosa Marta, que en otra fotografía más arriba aparece de la misma guisa vendiendo tortas con una cesta de mimbre
Carnaval de tiempos más actuales. Máscaras por libre. Negra zumbona escapada de su comparsa, maromo rubiales, guardia civil,
policía, señorita de buen ver con pamela y que es un tió, su acompañante vestido como un guiri, mejicano bebiendo no sé
qué en vez de tequila, Indiana Jones de pacotilla y gañán. Todo tiene cabida en el Carnaval de Criptana
Imprescindible en el Carnaval, hasta que el cuerpo aguante y mientras siga conservando el buen humor, es Carmen Violero, nieta nada menos que de Alejandra la del Colmillo, una ilustre en estas fiestas que dan paso a la Cuaresma. Con su amiga Carmen Muñoz, todos los años, con una gracia tremenda, a cara descubierta, se inventan una cuchufleta de la más terrible actualidad, y con unos simples aderezos para hacerla más creíble, van contándola a todo el que se deja... y también al que no.
¡Esto es el Carnaval! ¡Estamos en Criptana!
Aquí tenemos, en el Carnaval de 2015, a Carmen Violero, con el casco (bacía de barbero) de don Quijote, y a su amiga Carmen Muñoz a punto de ser detenidas
por el policía Manuel Rodríguez Enguidanos, que con su chunga característica explicó que estas dos mujeres anteriormente ejercieron todo tipo de actividades
(y ninguna buena), desde "mujeres de la vida" a vendedoras de tabaco, adminículos de latrocinio, bolsos o quincallería varia. El año pasado, hasta
menospreciaron al agente actuante, intentaron sobornarme e incluso pretendieron comprar "mis favores", además de hacer reír a los viandantes
Juanma Rodríguez Simón y Francisco Javier Delgado Quiñones Pegaso, dos personajes muy queridos del Carnaval en Criptana.
Genial cuando imitaron a Ramón García Ramonchu y a Cristina Pedroche presentando las campanadas de Nochevieja.
La Charanga "Los Monigotes", todos con estudios en el Conservatorio Profesional de Música de Campo de Criptana,
acuden allá donde necesiten animar el cotarro, sean fiestas populares o también actos serios como conciertos
o procesiones. Y en el Carnaval van disfrazados.
Todos los años, Manolo el del Bar Castillo organizaba una fiesta temática para el Carnaval y decoraba el establecimiento en
consonancia. Aqui lo tenemos transmutado en Mozart. Y al lado, Santa Cecilia como musa, encarnada por el mayor
de los Alberca (Boluda), otro crac que fue de las fiestas carnavalescas
Añorando el Carnaval de Criptana en Madrid
¡Que no toquen a mi niña!