na primera máquina de coser rudimentaria fue inventada por el inglés Tomás Saint en 1790. Desde entonces, mucho ha sido lo andado; aunque los principios básicos de las actuales no han sufrido alteraciones radicales desde las tempranas invenciones. La aguja con ojo en la punta, el gancho giratorio y la lanzadera deslizante se utilizan aún. El gancho giratorio coge el hilo superior y lo engarza en derredor del inferior para formar la costura de cadeneta. La lanzadera lleva el carrete del hilo inferior, y pasa a través del lazo del hilo superior para formar la puntada. Las primeras máquinas solían moverse mediante una manivela o pedales, pero hoy todas funcionan a motor.
La máquina de coser Singer es una las más vendidas por todo el mundo. Isaac Singer la empezó a fabricar en estados Unidos en1850. Alfa, creada en 1925 en Eibar, fue la primera en hacerlo en España.
Máquina de coser antigua Singer
Máquina de coser antigua Alfa
De todas las invenciones para facilitar el trabajo de la mujer en las labores domésticas y en las fábricas, es quizá la máquina de coser el ejemplo más sorprendente y que significó una maravillosa adaptación de dispositivos mecánicos para sustituir el trabajo manual.
Mujeres cosiendo
Antaño las labores de costura eran totalmente manuales. Hasta principios del siglo XX, la moda fue lo bastante complicada, que todas las mujeres, en mayor o menor medida, según sus posibilidades, tenían su modista. Y la modista a su vez, tenía un taller con varias aprendizas, las modistillas, que aprendían "el corte", todo el día entre agujas y alfileres, dedales y tiza de marcar, hilvanando y deshilvanando, poniendo botones, pespunteando, haciendo pliegues, sisas..., sin otro emolumento, la mayoría de las veces, que la propina de la señora que acudía a probarse y las clases gratis de la maestra. Y eso sí, confiando siempre en su patrón san Antonio de Padua para encontrar novio:
San Antonio bendito.
¡Ay, san Antonio,
aunque sea de trapo,
danos un novio!
¡Anda Antoñito,
mira que hace tiempo
lo necesito!
Taller de modistillas
Con la simplificación de la moda, se creó una nueva figura: la costurera, que perduró casi hasta nuestros días.
La costurera iba a las casas para ayudar a remendar y arreglar la ropa del hogar y también para confeccionar vestidos que no fueran muy complicados. Sabía probar y encajar la ropa de vestir, y era muy común que la señora y la costurera trabajasen, mano a mano, sobre todo si había hijas jóvenes a las que les gustaba presumir, y resultaba más barato hacerles los vestidos en casa.
Costurera
Para la costura se usaba una silla baja para no tener que agacharse (las conocidas como tabletes) y una almohada especial, puesta sobre las piernas para elevar y apoyar la pieza que se estaba cosiendo, con pequeños bolsillos para guardar agujas, dedal, hilos, tijeras y cuantos útiles eran necesarios.
También se disponía de costureros, que eran cajas, a veces con patas, en madera, mimbre o caña, con departamentos para tener ordenado todo lo necesario para coser: acerico con alfileres, imperdibles, automáticos, dedales, botones, agujas de distintos tamaños, huevo de madera para zurcir, hilos para hilvanar, zurcir, etc.
Silla de costura
Caja antigua de costura
Modistillas en la calle, y todas con su silla baja y alguna con la clásica caja de costura en una lata de carne de membrillo
Hoy existen todo tipo de prendas de fabricación industrial. Los grandes almacenes y las boutiques ofrecen una oferta variada de moda y pocas son las que recurren a la costura personalizada, por otra parte, escasa y cara.
Una tarea especial de costura eran los bordados, que embellecían los vestidos y los ajuares.
Mujeres y una niña con diversas labores: encaje de bolillos, bordado a bastidor, punto y ganchillo
Era impensable que una novia no preparara su ajuar con sus mantelerías, sus toallas y sus sábanas con bordados. Hasta los novios aportaban pañuelos de bolsillo con las iniciales de su nombre en realce, e incluso en las camisas.
Había bordadoras especializadas en bordar lino, sedas, damascos..., o en determinadas labores. Famosos eran los bordados y encajes de Lagartera, en Toledo, sobre todo sus bellísimas mantelerías, con dibujos peculiares que se intentaba copiar.
Detalle de juego de sábanas bordado
Detalle de mantelería lagarterana
Pañuelo bordado
Velo de novia bordado
Tapete de ganchillo
Van quedando pocas artesanas que cultiven este arte, que, de todas formas, se mantiene en algunos conventos de clausura, donde las monjas continúan trabajando el terciopelo, la seda y el oro. Mantos para Vírgenes, casullas, capas, ornamentos para los altares y también trajes regionales o pendones para procesiones o cofradías, siguen siendo las piezas más solicitadas.
Cinturilla bordada en oro para Virgen