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51     LAS VENTAS A PIE DE CALLE

ace años, cada día, calle por calle y puerta por puerta, recorrían los pueblos vendedores ambulantes, artesanos y comerciantes de todo tipo que iban ofreciendo su mercancía.


Panaderos
Siempre hubo y hay venta de pan por las calles de Criptana

Por la calle de la Reina —allí vivi de chico—, en Criptana, siguen pasando los panaderos. Digo bien panaderos, pues son cinco o seis, y la gente sabe quien es el suyo por la hora o por el sonido del claxon de la furgoneta. También el sifonero, que igualmente provee de gaseosas, cervezas, refrescos y alguna exclusiva de vinos de La Mancha. El bollero no falta tampoco, pero una vez a la semana, con su surtido variado en dulcería. Y el fotógrafo Malmira, reconvertido en churrero (ahora sus hijos): "¡A las porras calientes, a las porras calentitas!". Son los últimos restos de unas costumbres que se resisten en desaparecer.


El sifonero
El sifonero por la calle de la Reina en Criptana

Antes eran muchos más: los lecheros, por ejemplo, algunos con su ganado de cabras que ordeñaban en las mismas puertas de las casas; otros, como Tomás, que era el nuestro, con un borriquillo y grandes cántaras de leche de vaca. Después en motos, o la chica del Caco en furgoneta, y siempre envasada, pues se prohibió la venta a granel.


Leche de cabras
Ordeñando las cabras en la misma puerta de las casas

Borriquillo con cántaras de leche
Borriquillo con cántaras de leche por el Tumbillo

Pasaban los meloneros, con carros o serones hasta arriba sobre mulas o borricos. Muchos hortelanos del pueblo o venidos de Herencia Miguel Esteban o Camuñas, con patatas, tomates, cebollas y todo tipo de verduras. Y algunos con sacos de bellotas y castañas o con manojos de espárragos trigueros y "palillo" o "palo duz" (regaliz), que todo era bueno para sacarse unas pesetillas.


La Rufa
La Rufa vendiendo patatas

Regaliz
Ramas de regaliz, "palillo" o "palo duz"

En las calurosas tardes de verano, nuestro vecino Mínguez, el zapatero, arrastrando su pata chula, pero en su otro empleo, empujando un carrito de "helaetes" hechos artesanalmente por él y su mujer, bien de cucurucho o entre dos galletas. Otro puesto de helados era el de Piejo, en la Plaza, en sana vecindad comercial con los titos de la hermana Cordeles, con las berenjenas de Foril, que también era matarife y carbonero, con el puesto de "alcahuetas" que los domingos plantabas los Calcerrada o los Arias, de Alcázar, y con las chucherías de las piperas.


El carrito de los helados
El carrito de los helados

Lesmes, el calero ("¡Cal en terooooón!"), ofreciendo los terrones de piedra caliza (cal viva), casi recién sacada del horno. El arenero, vendiendo arena blanca y greda, productos que se empleaban entonces para fregar sartenes y calderos. Y algunas mujeres vendiendo escobas grandes o pequeñas para dar de cal.


Caleros
Lesmes, el calero. "¡Cal en terroooón!"

Los carboneros llevaban su producto a las casas como hoy hacen con el butano o con el gasóleo para calefacción. José María Albacete ya empezó esta tarea de joven con su padre, y lo hacía con un carro y luego remolque tirado por mulas.

Vicente Muñoz, El Jarete, que repartía piensos a domicilio con un motocarro y antes con un carrete tirado a mano.


José María Albacete y Vicente Muñoz (El Jarete)
José María Albacete con sus mulas, para el reparto del carbón, y Vicente Muñoz El Jarete con su motocarro

Viajantes, que además de diligenciar su negocio al por mayor por las diversas tiendas del pueblo, no hacían ascos a la venta directa puerta a puerta. También muchos gitanos, con sus fardos de cortes de trajes, franelas, percalinas, cretonas, estopillas o alfombras. Con frecuencia aparecía algún quincallero, pertrechado de mil y un artículos. Y muchos charlatanes, ofreciendo lotes a precios maravillosos. Mi madre, para evitar todos estos moscones, se inventó la coletilla de decir que teníamos comercio; los espantaba rápidamente. Pero las más de las veces, lo que se hacía era no abrir la puerta, aunque aporrearan el llamador.

Pregonaba Fernando El Diablo, también conocido simplemente por El Colchonero, su variado quehacer: "¡Se arreglan paraguas, colchones de lana y somieres!"


Gitanos en venta ambulante
Gitanos con sus bártulos repletos para la venta ambulante

Quincallero motorizado
Quincallero motorizado

Lo que no faltaba cada tarde era algún chico del Gato, el tortero, en bicicleta y con una canasta de mimbre ovalada de esas que tenían asa y dos tapas, una por cada lado. Si era época cercana a la Virgen de Criptana, el lunes de Pascua, el producto estrella eran los hornazos, con su huevo en el medio. En mi casa nos gustaban más los hornazos del Caballista, pero esos había que ir a comprarlos al horno de la calle de Santa Ana.


Tortas del Gato
Las tortas del Gato

Tampoco fallaba ninguna semana Leandro, que se ganaba la vida como intermediario en la venta de palomos y liebres, ya muertos, productos de caza furtiva, algún conejo, o pollos de los de entonces de corral, en este caso vivos. El pobre aguantaba como nadie el consabido regateo en el precio, muy compungido, casi medio llorando. "Pero mire, mire que pechuga tiene...". Otras veces hacía de buhonero y pasaba con una caja repleta de hilos “de todos los colores”, de “agujas que cosen solas”, botones, alfileres y cosas variadas de poco valor..


Leandro
Leandro, buhonero unos días y otros metido al trapicheo de la venta de pollos o de caza furtiva

Cuando llegaba la temporada, arribaban al pueblo los mieleros de La Alcarria, con sus grandes blusones negros y la miel en dos orzas sujetas con un lazo y sobre el cuello. Y los chacineros de Salamanca, en burros o con un hatillo sobre las espaldas lleno de chorizos y longanizas.

El más pintoresco era Garrigós, el trapero, que recogían ropas y trapos viejos, papel y cartón, y pellicas de liebres y conejos que se habían tenido secando pegadas sobre las paredes de cámaras o corrales. Cambiaban todas estas cosas por la mercancía que llevaban en la tartana, generalmente cacharros de loza y barro, sartenes y unas algarrobas para los chicos.


Los traperos
Garrigós, el trapero

Pellica de conejo
Pellica de conejo

Los alfareros vendiendo su producto directamente por las calles o plantando puestos eran igualmente habituales, generalmente por el mes de Junio, a su regreso a Bailén con los restos de la feria de San Isidro en Madrid. Había que aprovechar para conseguir aquella orza que tanta falta hacía, o reponer el botijo roto de verano, o el esmaltado, de invierno. Y por supuesto los cantareros.


Alfareros
Alfareros


Alfareros
Alfarero en camino hacia Criptana. Fotografía de Michael Wolgensinger en 1951

En los últimos tiempos pasaban unas muchachas, Las Mayas, que luego han abierto un restaurante y hotel. Su furgoneta era un "Carrefour" en miniatura; llevaban de todo, desde papel higiénico hasta una lata de anchoas.