Aunque nací en el manchego y muy cervantino Campo de Criptana, a los catorce años ya estaba en Madrid, y al poco tiempo afincado definitivamente en el entrañable barrio de Maravillas, frontera a Chamberí.
Y aquí, cual Alonso Quijano, embebido el seso en la lectura de los grandes cronistas de la Villa, me dispuse, transmutado en Quijote, a lanzarme a la aventura de conquistar el alma de Madrid, investigando, callejeando y emocionándome al pisar sus piedras centenarias.
Fruto de esa pasión fue mi colaboración en una publicación dominical de la parroquia de Ntra. Señora de las Maravillas, iniciada en 1992. Allí fui desgranando historias y dibujando —a veces inventando— ese Madrid que me enamora.
Aquellos artículos sobre el Madrid medieval, debidamente corregidos y ampliados, son los que ahora me atrevo a reunir.
A Madrid y a los que contaron su historia a través de los tiempos va mi agradecimiento y mi dedicatoria.