EL MADRID PROSTIBULARIO
Parece ser que desde el siglo XIII había mancebías en Madrid, pero de la primera que se tiene noticia fue, ya en el siglo XIV, de la que estaba en la calle de Toledo esquina a la de Arganzuela, Famosa fue también la de la Puerta del Sol, conocida como Casa de La Putería, trasladada después a la calle del Carmen. Allí, en tiempos de Felipe II, un discípulo del venerable Bernardino de Obregón descubrió cómo el reclamo de la mancebía era una imagen de la Virgen ataviada y pintada a la manera de las mozas del burdel, consiguiendo que se clausurara el establecimiento. En desagravió, allí se construyó el convento del Carmen y la mancebía regresó a la Puerta del Sol con el nombre de Las Soleras.
A principios del siglo XVII se establecieron las reglas de la prostitución en la ciudad, determinándose que los prostíbulos se concentraran en el barranco de Lavapiés.
Con la llegada de Felipe V al trono, la prostitución se trasladó al entorno de la calle Huertas, de ahí que se dijera “En Huertas, más putas que puertas”. Él mismo, con su doble moral, dicto normas para prohibirla en varias ocasiones, pero las transgredía todas las noches. Conocido es el episodio sucedido en 1639 cuando, en compañía de unos cortesanos, se dirigía a una mancebía en la calle del Espíritu Santo y fueron atacados por unos espadachines, sufriendo una profunda estocada que a punto estuvo de provocarle la muerte.
Surgen por aquella época las casas de recogidas para mujeres públicas arrepentidas, como la de la calle Hortaleza, hoy sede de un sindicato.
El caso es que, plantados ya a finales del siglo XIX, había en Madrid nada menos que unas 34.000 prostitutas, la mayoría ejerciendo “la carrera” por libre en la calle con la ayuda de la siniestra figura del chulo. Sólo un par de millares estaban inscritas oficialmente y podían “vivir como huéspedes” en los casi 300 burdeles existentes, muchos de ellos en las calles del centro. Sobre la de Ceres, actual de Libreros, Pío Baroja dice en Aurora Roja que “justamente podría llamarse la calle del Amor”. La calle de Tudescos era famosa por sus casas hospitalarias para el amor furtivo. El genial Pedro de Répide, en su libro Las calles de Madrid, dice de la calle de la Cruz Verde, que era “bribiática, propicia al cobijo de tapadillo y a la vulgar mercadería galante”. ¿Se puede decir más fino? Y de la de Andrés Borrego: “una calle pintoresca entre las más sabidas de la bribia y la gallofa de la corte, abundante en su vecindad de mancebías y casas hospitalarias para el amor errante”. ¡Toma del frasco, Carrasco!.
Durante la II República se intentó abolir la prostitución en 1935, pero el Decreto, más simbólico que efectivo, no pudo llevarse a efecto por el estallido de la Guerra Civil. Después, llegó una sociedad que relegaba a la mujer a su papel virtuoso de ángel del hogar y la sexualidad al oscurantismo, pero el mercado del sexo no desapareció. En 1956, los burdeles legales cerraron, aparecieron subterfugios como las barras americanas y el puterío callejero siguió en un estado que no es legal ni ilegal, pues solamente tenemos que ir por las calle aledañas a la Gran Vía para comprobarlo. Es el “barrio chino” madrileño en torno a la calle de la Ballesta, lugar de lupanares, casas de citas o mancebías, luego modernizadas como night-clubs, bares de alterne o barras americanas, que de todo se decía por no decir crudamente casas de putas, aunque los más castizos los llamaban puti-clubs. Tuvo su apogeo por los años cincuenta del pasado siglo. Los porteros (algunos uniformados, que parecían generales) invitaban a los transeúntes a entrar en sus establecimientos: “Son 250 pesetas la entrada, con derecho a consumición y a negociar con las chicas”. Éstas tenían un porcentaje sobre las copas y ejecutaban una coyunda de 15 minutos por unas 2.000 pesetas, más otros 100 duros por la cama en pensiones infectas de los alrededores, auténticos prostíbulos desde la portería al tejado. Hoy, siguen las busconas en las aceras, y sus chulos, conviviendo sin disimulo con los vecinos octogenarios y con los paseantes, que asisten incrédulos al gratuito espectáculo callejero, a pesar de que la asociación de comerciantes Triball se empeñe en querer convertir toda la zona en una especie de Soho londinense.
Zona de putas era también la calle de Echegaray y su entorno. Los Gabrieles antiguo local de prostitutas, llegó a ser el favorito de los toreros, los cantaores, los artistas y los aristócratas. En el sótano, en una serie de cuartos tipo cueva, todos cubiertos de azulejos pintados como el resto del establecimiento, la gente de bien se reunía para beber, divertirse y si se terciaba pasar a mayores.
Podemos echar una ojeada por la calle Montera y ver el espectáculo que se trajina: putas rumanas, ucranianas, nigerianas, españolas, solas o en grupos, con tacones de vértigo y sugerente indumentaria, diciéndole hola guapo a todo el que se pone a tiro, y con el honorable gremio de chulos atento en la puerta de los casinillos de tragaperras de los alrededores.
Zonas de prostitutas son la Casa de Campo, pese al cierre al tráfico ordenado por el Ayuntamiento, el polígono industrial de Villaverde, la calle de Méndez Álvaro o la Castellana.
Podemos echar también una ojeada a los cientos de anuncios de contactos, cambios de pareja, clubes, relax y casas de masajes particulares que se publican a diario en los periódicos, y añadir las que pululan por los hoteles y las que se ofrecen eufemísticamente como señoritas de compañía (escort) para caballeros de alto standing. Estas prostitutas de lujo siempre las hubo en los night club de las alrededores de la plaza de Santo Domingo, Leganitos o la Gran Vía. El Pasapoga era el local de moda del momento, donde ir a bailar y más cosas; el Chicote, un bar en el que estar si querías ser alguien socialmente y donde estaban las mejores putas de Madrid, y el Abra, lleno de “pilinguis”, un sitio de puterío fino para el galanteo. Ahora están por todas partes.
No hay que desdeñar a los gigolós y a la prostitución homosexual. En Madrid existieron mancebías especialmente dedicadas a los sodomitas. Hoy, el varón (chapero) que se prostituye en Madrid opera en la calle pero sobre todo en saunas, pisos o capta sus clientes a través de Internet. Tampoco olvidar a los transexuales, travestis y lesbianas que se dedican a la prostitución. En fin, un Madrid prostibulario
                                                                                 
| |