BALLESTA, LA CALLE DE LAS PUTAS

De siempre fue lugar de lupanares, casas de citas o mancebías, luego modernizadas como night-clubs, bares de alterne o barras americanas, que de todo se decía por no decir crudamente casas de putas, aunque los más castizos los llamaban puti-clubs.
Hoy, la calle de la Ballesta, que fue la más representativa de lo que podríamos llamar "barrio chino" madrileño, encabeza, a través de la asociación de comerciantes Triball (Triángulo Ballesta, delimitado por las calles Gran Vía, Fuencarral y Corredera Baja de San Pablo) el movimiento para transformar esta zona de antiguos burdeles en barrio "fashion", "cool", de moda, una especie de Soho londinense, Tribeca neoyorquino o el Barrio Latino o Montmartre de París.
Y es así como han ido poco a poco cayendo los decrépitos tugurios de la calle, patéticos vestigios de lo que en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo fuera principal foco cutre de la jarana nocturna y de la prostitución urbana. En sus tiempos de mayor auge, hasta doce rótulos luminosos brillaban como reclamo chabacano de estos locales de mercadeo prostibulario, que se consumaba en una red de hospitalarias pensiones baratas por la zona.
No obstante, sigue siendo campo de batalla de las prostitutas. A cualquier hora del día y de la noche se encuentran, especialmente en el ensanchamiento que la calle del Desengaño tiene con el arranque de Ballesta. Ahora son menos, pues hubo tiempos en los que había casi 400 putas más o menos controladas por la zona
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