LAS TERRAZAS

Madrid es una ciudad, que vive en la calle. A los madrileños les encanta salir y estar al aire libre, ya sea de noche como de día. Y por este motivo las terrazas, sean del tipo que sean, han tenido siempre mucho éxito. En el verano o con buen tiempo están siempre atestadas de gente, incluso con vaporizadores de agua fría para aliviar el calor. Y también en el invierno, muchas de ellas con algún tipo de cerramiento y sistema de calefacción. Existen terrazas para comer, para picar, para copear... Pueden estar situadas en la calle, en un paseo, en un patio interior, en una terraza, en el ático de un edificio, en una azotea... La plaza Dos de Mayo, la plaza Mayor, la plaza de Santa Ana, la plaza de Oriente, la plaza de Chueca, Olavide (en la fotografía), Atocha, Recoletos, La Castellana, Argumosa,... están llenas de terrazas., donde charlar con la gente, echar unas risas, ver pasar a la gente...
Hoy en día, cualquier bar, sin importar su estilo o condición, aprovecha la mínima porción de acera para poner unas mesas y unas sillas al aire libre. Pero, ¿en qué lugar de Madrid se instalaron las primeras terrazas? Pues ese fue el Pasaje de Matheu, que une la calle de Espoz y Mina con la de la Victoria.
Durante la segunda mitad del Siglo XIX las galerías comerciales causaban furor por toda Europa, y el Matheu en su concepción original fue un pasaje de tiendas de ropa de dama y caballero, cubierto con un techo de vidrio y metal, todo él muy a la moda de París. Hubo que esperar a la década de 1870 para que surgieran los dos primeros locales con terrazas en sus respectivas entradas, abiertos por dos ciudadanos franceses (en Francia era muy normal lo de las terrazas, una cuestión que sin embargo, chocó a los madrileños en un primer momento). Lo más curioso de todo es que eran de posturas políticas e ideológicas totalmente opuestas. Uno, monárquico y conservador, bautizó a su local como Café de París y el otro, revolucionario y republicano, llamó al suyo Café de Francia.
Ambos lograron convivir, uno junto al otro, en paz a pesar de sus diferencias, sin saber que su iniciativa de sacar las mesas de los clientes al exterior, se convertiría, años después, en uno de los símbolos más representativos de la ciudad