EL MADRID DE LAS SANTERÍAS

Crucifijos sumergidos en agua, santos, talismanes y amuletos, tarots, inciensos y esencias, aceites para atraer el dinero y provocar mal de ojo, invocaciones al diablo, muñecos de vudú, velas, adivinación, remedios, purificaciones y maleficios, adivinación mediante caracoles... Hay de todo en las santerías, tiendas en la que una suerte de religión africano-caribeña camuflada en el catolicismo se abre paso ofreciendo soluciones rápidas para los males cotidianos.
La santería procede de una creencia centenaria que desembarcó en los países caribeños de América con la llegada de esclavos africanos, especialmente de la tribu Yoruba, que vivían a lo largo del río Níger. Su evangelización, deprisa, mal y a golpe de culata, provocó que muchos simularan la conversión adorando a los santos cristianos como manifestaciones de sus propios dioses. Se pensó que rezaban a los santos, cuando en realidad estaban siguiendo sus creencias tradicionales.
Con este sincretismo, la Virgen de la Caridad del Cobre, en realidad es Yemayá, creadora del mundo; la Virgen de las Mercedes, Obatalá, creador de la tierra; Santa Bárbara, Changó, dios de los truenos, los rayos, la justicia, la virilidad, la danza y el fuego, o San Antonio de Padua es Eleggua, el abridor de caminos. Y así muchos más.
Este fenómeno, que hasta hace poco se circunscribía a los círculos de pobreza de naciones caribeñas y africanas, ha llegado a Occidente con vocación de permanencia gracias a la inmigración, de tal manera que Madrid se ha poblado de santerías, negocios que al parecer obtienen grandes ganancias. Sus propietarios son sacerdotes santeros, babalaos, que evalúan a la persona que acude a ellos, la inician en el uso de ofrendar a los santos para espantar los males y tienen poderes para invocar a los muertos y realizar conjuros.
Y no sólo eso, pues además de santeros (en su mayoría cubanos), también se han instalado houngans haitianos (vudú), chamanes venezolanos (ritos curativos), país de santo brasileños (muy similares a los santeros), o hechiceros africanos, que han importando nuevas formas de religión y brujería que atraen a los inmigrantes, y también a algunos españoles